"Poesía Cirquera" es un proyecto literario. Un proyecto de divulgación pasional. Un proyecto que difunde a través de las distintas formas de la literatura, la pasión por los procesos creativos en general y por el circo y los espectáculos callejeros en particular. El proyecto se divide en dos grandes áreas:

La primera está conformada por textos escritos por Bruno M. Gagliardini (Brunitus), el director y generador del proyecto, artista de circo y artista callejero que dedica su vida a estas artes. La segunda es una recopilación de textos de los más variados autores y géneros, resultado de la búsqueda e investigación propia y la colaboración y sugerencia de amigos y colegas.

Así conviven cuentos, relatos, poemas y ensayos inspirados en el circo y sus personajes, la calle y su público. La risa, la idea, el riesgo, el sudor, los aplausos, el silencio. El circo, redondo como la luna, también tiene su cara oculta.

"Poesía Cirquera" es una grieta en la lona por donde espiar este fantástico mundo.
Pasen y vean. Pasen y lean...

El Payaso que Lee Libros de Autoayuda

Los camarines del circo son un semillero de imágenes fuera de foco. Presenciar la metamorfosis del que viene de la calle y luego entra a la pista, es una experiencia disparatada. No hablo del maquillaje, los brillos y el vestuario. Hablo de la energía, la presencia.

En la pista, el artista está iluminado por las luces del circo y el público se encuentra en penumbras. El artista debe ser un reflector, compartir y potenciar las luces que le apuntan. Las lentejuelas ayudan, pero no es suficiente.
El anhelo es encandilar con el arte.

En los camarines, las luz es tenue y rebota en los espejos, yendo y viniendo hasta desvanecerse. No hay artistas, sólo sombras y reflejos de simples personas.

El telón de fondo es la línea que separa la persona del artista.
El limbo escénico.

Existen grandes contradicciones entre estos dos mundos. La más popular, el payaso que en la vida es triste y en escena hacer reír. Pero hay más: el malabarista sin reflejos, la trapecista con miedo a las alturas, el forzudo sin fuerza, el equilibrista que se tropieza seguido.

De todas esas contradicciones, hace unos días he sido espectador de una que bordea los límites de transformarse en paradoja:

"El payaso que lee libros de autoayuda"

El payaso no actúa, es. Se ríe de sí mismo, de sus errores, juega. Las debilidades personales pasan a ser recursos escénicos. El payaso no se defiende, se entrega. La búsqueda del propio payaso es un camino reflexivo. El payaso disfruta. No tiene nada que perder. Es libre.

Una persona que lee libros de autoayuda no es libre. Siente que pierde todo el tiempo. No disfruta. Busca en reflexiones ajenas.  Está a la defensiva, le cuesta entregarse. Sus debilidades le encadenan. Sufre sus errores, le cuesta reírse de sí mismo. Una persona que lee libros de autoayuda no es, actúa.

¿Puede alguien ser payaso en la pista y leer libros de autoayuda en el camarín?.
¿Puede la travesía ser tan transformadora?.

Yo pensaba que no, hasta que lo vi con mis propios ojos.
El payaso que lee libros de autoayuda existe, está entre nosotros.

Y el público ríe con él.

                                         (Brunitus)




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